Con la música, el hombre se aísla por un momento de sus preocupaciones externas y se hace uno con ella, aunque sólo sea durante cinco minutos en la ducha. Es algo que se lleva dentro, donde podemos huir de los problemas y nos encerramos en un flujo constante de corcheas y fusas, una melodía intensa llena de sonidos penetrantes o, simplemente, con la cancioncilla del telediario del desayuno.
La música puede disfrutarse solo pero se disfruta más en grupo. Nadie va solo a un concierto. Los países, los grupos sociales no se representan con un poema o con un baile, sino por medio de un himno que todos sienten como propio.
La música sirve además para unir a los hombres. No porque la música sea condición necesaria para que la sociedad exista, sino porque facilita un sentimiento común, más aun, exige un esfuerzo de concordancia. Así, por ejemplo, el canto en un coro requiere un cierto olvido de sí, ya que por un momento se dejan las apetencias propias para ponerse de acuerdo con el resto del grupo y cantar todos juntos una misma melodía; y la belleza es mayor cuanto más aunados
Por otro lado grupos de personas se sienten unidos, o más bien identificados, con ciertos tipos de música y adaptan su forma de vestir, de actuar y, en general, de vivir con sus músicos favoritos. Piénsese en el movimiento hippie de los años sesenta y setenta, con los Beatles como principales impulsores, o los actuales grupos de heavy metal, raperos, punks, bakalao, etc.
La música nos representa, nos identifica, nos une y nos separa pero es parte esencial de nuestro desenvolvimiento en la sociedad.
Fuente: oc.lm.ehu.es